Parada en la puerta no podía dejar de observar como la figura de aquel hombre se perdía en la noche. Una vez más, las lágrimas inundan sus pómulos y ella se dirige a la cama para acostarse a dormir. Su profundo miedo a la soledad y sus deseos de estar con él por lo menos un segundo más, no la dejaban dormir. Sola en su cama enroscada entre las sábanas y mirando al techo, no podía dejar de pensar en todo lo que había pasado esa noche. El telefóno suena, su corazón late cada vez más rapido y su respiración se agita. Caminando rápidamente y con sus pómulos todavía inundados se dirige hacia el telefóno.
-Hola-susurra ella con miedo.
-Hola ¿si? ¿Remisería?
-No, equivocado.
Tres palabras alcanzaban para romper todas sus ilusiones y para lograr que su soledad pareciera cada vez más profunda. Ya cansada de llorar se volvió a recostar en la cama con el simple deseo de poder dormir.
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