lunes, 17 de enero de 2011

Todas las tardes era la misma rutina: observar como silenciosamente no quería mezclarse con el mundo, como tranquilamente se quedaba sentado observando el paisaje que lo rodeaba como esperando que pasara algo interesante o que apareciera alguien que desde su punto de vista fuera realmente interesante. Pero, reitero, era siempre lo mismo, él sentado mirando la tarde caer mientras nada sorprendente ocurría en su vida.
Y yo, por mi parte, me dedicaba a imaginar cual era su destino y que hacía ahí, siempre solo, siempre con su mirada hacia ningún lugar o, quizás, esa mirada si apuntaba a algún lugar que posiblemente para otros significara nada pero que para él fuera prácticamente un todo.
Era difícil descifrarlo pero había algo, un sexto sentido tal vez, que me hacía creer que algo lo había traído hasta aquí, quizás en búsqueda de un amor que le era imposible olvidar o quizás simplemente para olvidar a aquel bendito amor.

No hay comentarios: